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Resiliencia: ¿Cómo es la persona resiliente? (Parte I)

  • Por Omnia Psicología
  • 26 abr, 2020

 

A lo largo de la vida, se viven situaciones y circunstancias difíciles de afrontar y gestionar que hacen que psicológicamente uno sienta que supera sus capacidades, además de pensar que es incapaz de salir de ellas. Esto puede ocurrir en situaciones delicadas como, puede ser, la vivencia de una situación traumática, una catástrofe, la pérdida de un ser querido, padecer una enfermedad, la ruptura de la pareja, tener dificultades socio-económicas, etc.

En estos momentos, en la situación que nos encontramos con el COVID-19, más que nunca nos podemos estar encontrando en esa situación.

Cuando suceden estas circunstancias, en muchos momentos se cuestiona si se tiene la capacidad para poder aceptar, afrontar y restaurar lo ocurrido.

Por ello, ante una misma situación, las personas pueden gestionarlo en base a dos enfoques:

  • El primero sería el de dejarse llevar, sintiendo que le ha superado la situación y que no puede resolverlo (generando sentimiento de frustración y fracaso) e incluso lo posterga a otro momento por el propio bloqueo emocional.
  • En el segundo enfoque la persona se enfrenta e intenta solventarlo, buscando soluciones y superando el periodo de dolor emocional en el que poco a poco va recomponiéndose así mismo ante lo vivido.

Este último enfoque, definiría el concepto de resiliencia. Ésta se define como la capacidad de hacer frente a las adversidades y a las situaciones difíciles que van ocurriendo a lo largo de la vida, transformando el dolor en fuerza psíquica y física para poder superarlo y salir fortalecido de ellas.

La resiliencia no es una capacidad innata, sino que se adquiere y se aprende. Pero sí es cierto, que existen factores genéticos que predisponen esta capacidad, así como un ambiente resiliente, el cual favorece el desarrollo de esta habilidad desde la niñez, creando adultos psicológicamente sanos y fuertes.

Las personas con resiliencia son aquellas que ante las adversidades no se rompen,  sino que luchan e intentan soportar el impacto, transformándose después a su estado original. Asimismo, al enfrentarse a los diferentes retos de la vida, acaban desarrollando habilidades y fortalezas que les hacen ser psicológicamente más fuertes y con una mayor maduración personal.

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Como ya se trató en la primera parte del artículo, la resiliencia no es una capacidad innata, sino que se adquiere y se aprende. Por ello, las personas resilientes, tienen una forma de pensar, de actuar o de interpretar los acontecimientos, que les lleva a recuperarse y recomponerse brevemente de las experiencias dolorosas, aprendiendo de ellas. Esto es lo que les hace ser más fuertes emocionalmente.

Estas son algunas de las características psicológicas de las personas con resiliencia:

  • Creativos. Son capaces crear soluciones diferentes y creativas cuando otras no funcionan, además de ser una forma diferente y menos dolorosa de ver los problemas.
  • Optimistas. Tienden a ver las cosas desde la posibilidad, afrontando las situaciones adversas con humor, optimismos y relativizando lo ocurrido.
  • Autoconcepto positivo. Confían en sus capacidades y son conscientes de sus limitaciones.
  • Son flexibles, aceptan los cambios y tiene iniciativa para crear conductas dirigidas hacia una meta.
  • I ntrospección y capacidad de autocrítica.  Aprenden de sus errores y se adaptan a las circunstancias cuando éstas lo requieren. Además, tienen un estilo cognitivo positivo y con objetividad a la hora de actuar y analizar las cosas.
  • Buscan ayuda cuando lo necesitan, ya que consideran que el apoyo social es necesario para poder crecer personalmente.
  • Valoran su propia independencia. Deciden y toman sus propias decisiones, fomentando la habilidad de tomar distancia emocional o física cuando la situación lo requiere, poniendo límites y decidiendo hasta dónde quieren dar y aceptando hasta dónde puede llegar.
  • Capacidad de relacionarse . Son personas asertivas, crean y mantienen vínculos sanos y afectivos con otras personas, de querer y ser querido.
  • Sentido del humor . Esta habilidad les hace sacar lo cómico a las situaciones adversas, viendo la parte divertida de los problemas y relativizando la situación.
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Muchas veces nos encontramos con situaciones en las que los niños nos mienten. Unas veces son mentiras inofensivas, sin embargo, hay otras ocasiones en las que los niños crean mentiras con un verdadero objetivo para conseguir algo, ya sea esconder algo que les avergüenza o engañar para conseguir un privilegio. Raquel Cruz Carpena, psicóloga en MIP Salud, nos ayuda a entender las mentiras de los niños y cómo afrontarlas.



¿POR QUÉ MIENTEN?

Dependiendo de la edad y el momento evolutivo en el que el niño se encuentra, podemos encontrar diferentes motivos:

  • Los niños menores de 3 años , no pueden mentir, ya que no tienen esa capacidad de pensamiento suficiente para elaborar una excusa. Lo que dicen, lo dicen convencidos de que es real.

  • Hasta los 6 años , la mentira se suele producir como parte de los juegos o de la fantasía en la que viven. No obstante, ya cerca de los 7 años, empiezan a distinguir lo que es cierto y lo que no, y por lo tanto se vuelven intencionadas y premeditadas.

  • Desde los 7 años , las mentiras ya son intencionadas y elaboradas. Pueden producirse por inseguridad, por probar a los padres a ver lo que aguantan, por conseguir algo en su beneficio, por esconder u ocultar algo, por conseguir intimidad o porque saben que está mal… Pueden mentir por:

          - Miedo . Es lo más frecuente. Fundamentalmente, por miedo a hacer mal las cosas, a los castigos, a lo que piensen los demás… pueden mentir o incluso echar las culpas a otros. Por ejemplo, en un grupo de adolescentes, pueden mentir diciendo que han hecho algo cuando no es verdad por miedo al rechazo.

           - Exigencia . Si creen que se espera mucho de ellos, van a hacer lo que sea por cumplir las expectativas. Por ejemplo, si el padre le pide las notas y no ha sacado las notas que el padre espera, habrá posibilidades de que mienta y que diga que no se las han dado aún.

          - Imitación de los padres . Si ellos ven la mentira constantemente, aprenden a hacerlo como algo normal y cotidiano. Por ejemplo, si a la madre le hacen un regalo y no le gusta pero dice que es muy bonito. Es una mentira “piadosa” pero que el niño ve que es mentira, y que tú lo haces también.

        - Llamar la atención . Si se sienten solos o poco atendidos, pueden querer llamar la atención, inventando cualquier cosa. Por ejemplo, niños que dicen que les duele la cabeza y no es verdad, pero así consiguen mimos.


¿CÓMO PUEDO SABER SI MIENTE?

Aunque cada niño es único y se comporta de manera diferentes, hay algunos aspectos globales que podemos identificar y que nos pueden ayudar a detectar si el niño miente:

  • Lenguaje no verbal . Podemos percibir que el niño está más nervioso, se le acelera la respiración, se enrojece la cara, pueden sudar, especialmente en las manos… Además, tienden a gesticular menos de lo normal, esconder las manos o no mirar a los ojos y se les ve bastante incómodos.

  • Lenguaje verba l. Cuando mienten, suelen dar pocos detalles, ni hacer referencias de cuándo pasó, dónde… Intercalan las mentiras dentro de todas las verdades posibles, pero aun así podemos encontrar contradicciones o lapsus.


¿QUÉ HACER ANTE LA MENTIRA?

Antes de nada, tenemos que valorar las razones por las cuales el niño ha mentido, para poder actuar de una manera más adecuada y eficaz. Una vez identificados los motivos, podemos seguir las siguientes pautas:

  • Reaccionar con calma aunque con severidad.

  • Valorar cuando el niño confiesa la verdad. Si es castigado a pesar de haber confesado, podemos estar reforzando su hábito de mentir. Además, hay que cuidar la forma en la castigamos cuando no lo reconoce, pues si es desproporcionada, la tentación de volver a mentir se incrementará.

  • Ante posibles preguntas “difíciles” o incómodas que nos pueden hacer, mejor evitar la mentira y responder siempre con un “no lo sé” o “déjame que lo piense”.

  • No mentirles ni prometer cosas que no sabemos si podremos cumplir, para darles ejemplo.

  • Reforzar la confianza en sí mismos para evitar que mientan con el fin de buscar la aprobación de sus compañeros o de otros adultos.

  • Aceptar que los niños no son perfectos, y que a veces fallan o no cumplen nuestras expectativas.

  • Explicar con claridad la diferencia entre la verdad y la mentira.

  • Aunque algunas mentiras puedan ser graciosas, nunca reírse. No tienen que ver que aprobamos ese comportamiento, pero tampoco ridiculizarle por ello.





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